lunes, 13 de abril de 2015

Lapczyk y su idilio con Potosí



En 2011 comenzó una ligazón con Potosí que puede prolongarse por mucho tiempo. El arquero paraguayo Henry Willians Lapczyk Vera (Asunción, 17 de abril de 1978) llegó a la Villa Imperial sin imaginarse que se encariñaría con la ciudad, por el afecto de su gente.

Son cuatro años en el fútbol boliviano, en este tiempo se ha convertido en un referente del club que ya le ha propuesto quedarse a vivir en la Villa Imperial y trabajar en el Lila una vez que diga adiós a la práctica del futbol.

Cuenta que el expresidente del club Eduardo Salamanca lo contactó telefónicamente una tarde y rápido llegó a un acuerdo, “pues quería cambiar de aires”.

La aventura futbolera primero fue por seis meses. “La asumí como una base de prueba, pero de inmediato sentí el cariño de la gente, yo también le tomé afecto al club y han pasado cuatro años”, señala y admite que le gusta las tierras cálidas, pero que la fría Villa Imperial lo cautivó.

Habla pausado, dice que es muy agradecido con quien le da trabajo y que el afecto que le tomó a la ciudad y a Bolivia le permiten sobrellevar los momentos de crisis que afectan a los clubes de fútbol. “Me instalé y ahora mi familia está compartiendo conmigo”. Su esposa Luz Brizuela y sus pequeñas hijas Kiara Guadalupe, Sofía Maité y Katerine Ainoa decidieron acompañarlo este año en Potosí, las niñas están en un colegio allí. “Estamos completos, años anteriores venían de vacación, ahora decidieron quedarse. Los padres cumplimos las órdenes de los hijos”.

Su mayor satisfacción es haberse clasificado con Real a torneos internacionales; pero también pasó momentos de dolor. El año pasado, en un partido contra The Strongest, se fracturó el peroné. “Fue un momento duro, con 36 años una lesión como esa podía alejarme del fútbol, pero me encomendé a Dios para recuperarme y salí adelante”.

El mayor referente que tuvo fue José Luis Chilavert, a quien considera de lejos el número uno del mundo. “Toda mi generación de arqueros lo tiene presente”.Los años pasan y dice que ahora se divierte en la cancha y eso aconseja a sus compañeros. “Esto es un juego, pero hay que afrontarlo con responsabilidad, llegué hasta aquí por mi cuidado y puedo dar un tiempo más”.

Hoy la experiencia pesa mucho en su posición, aunque también dice que debe estar físicamente bien preparado: “Se puede decir que uno ataja de parado, pero no hay que confiarse, porque con la tecnología en el fútbol cada año se hace más complicado para el arquero y más fácil para los delanteros”.

El ‘Polaco’ que llegó a la albirroja

En 2007, Gerardo Tata Martino lo convocó a la selección de Paraguay, fue para tres partidos (contra Venezuela, Perú y Uruguay), el primero fue amistoso en condición de visitante, el cuadro llanero se impuso 3-2. Con Lapczyk estuvieron en la nómina Justo Villar y Aldo Bobadilla. Era titular indiscutible en Olimpia.

La hinchada del club paraguayo le puso el apodo de Polaco, porque se les hacía complicado pronunciar su apellido, lo mismo sucedía con los relatores en los partidos.

Desde esa vez, en cada competencia internacional que le tocó disputar utilizó ese sobrenombre en sus camisetas. “Me dijeron ‘ruso’, ‘alemán’ hasta que la hinchada de Olimpia comenzó a corear Polaco y como para el periodismo era difícil pronunciar mi apellido, se convirtió en mi nuevo apodo. Quedé agradecido porque soy hincha del club”, señala.

Como todo arquero sufrió goles tontos, pero también tuvo atajadas inolvidables que las comparte con su familia y que será su mejor recuerdo.

Cuenta que cuando estuvo en Huachipato de Chile le atajó un penal a Marcelo Salas por el torneo local. En Copa Libertadores de América se impuso en dos mano a mano a Ronaldinho en un choque en Río de Janeiro contra Flamengo.

Un blooper que no olvida es un gol de media cancha que sufrió en 2014 contra Guabirá.

Antes de decir adiós, quiere darse el gusto de hacer goles

Henry Lapczyk no quiere retirarse del fútbol sin antes darse el gusto de marcar un gol. Cuenta que a diario —en los entrenamientos de Real Potosí— ejercita tiros desde el punto penal para no fallar cuando le toque la ocasión.

En el Lila el encargado de las ejecuciones es Darwin Peña, pero está convencido de que le tocará cuando se sienta decidido.

Admite que el retiro está cerca, aunque de inmediato aclara que puede jugar uno o dos años más, “dependerá de cómo esté en el nivel físico, porque no quiero que el fútbol me deje a mí”.

Su vínculo con el club de la Villa Imperial es muy estrecho, no solo es uno de los capitanes del plantel, también es el principal referente, razones poderosas para que el club le haya pedido quedarse una vez que termine su carrera y comience otras funciones.

“Mi contrato con el club acaba en mayo, en este momento es prematuro hablar de despidos, sigo abierto a cualquier negociación. Nadie sabe dónde lo puede llevar a uno el fútbol, por eso hay que hacer el trabajo lo mejor posible. Luego veremos si continuamos o seguimos otro camino”.

Por sus buenas actuaciones hubo interés de parte de equipos nacionales en años anteriores. Citó a Bolívar, San José y Oriente Petrolero, que lo tentaron. “No se dio porque tenía contrato con Real y no pude salir”.


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